Reflexiones sibaríticas: Refritéame la rola

Uno de los placeres más grandes es escuchar música. Esta nos acompaña en cada momento y recordamos con nostalgia las canciones de Cri Cri que nuestros padres nos ponían de niños. Los primeros gritos de independencia generalmente se acompañaron de canciones que nos hicieron sentir parte de una sociedad, nos convirtieron en rebeldes frente a los estándares sociales y, aun actualmente, ya entrados en copas, nos hacen llorar por recuerdos de amores perdidos y frustraciones acumuladas. Pero hoy existe una tendencia que olvida que cada canción tiene un alma y personalidad propia, los covers, o versiones nuevas de éxitos anteriores.

Hoy todo el mundo quiere hacer covers y me parece que existen tres razones primordiales.

La primera es hacer lana; las firmas discográficas ya no quieren arriesgarse con nuevos talentos o contenido y prefieren usar canciones probadas que se han insertado en el gusto del público y son rentables, aunque sean un refrito. Buscan nuevos ritmos para una misma canción, así, una rola original pop la escuchas en jazz, bossa nova y lo más aberrante, en reggaetón. Decenas de versiones de Despacito inundaron con su horror pegajoso, durante meses, las estaciones de radio bares y plataformas de streaming.

La segunda razón es más válida, ya que tiene que ver con el gusto personal de un artista.

– A mí me gusta La Tusa y chíngense – seguro dijo Laura León, la Tesorito, antes de grabar su muy particular versión de la canción de Karol G, cantándola suave, suave, suavecitooooooo.

La última razón, la menos común de todas, es cuando un artista hace una interpretación personal y le da nueva vida a la canción. Una nueva personalidad emerge y genera un producto nuevo, a veces casi irreconocible y de alguna manera la hace suya. Un claro ejemplo me viene a la cabeza: Witney Houston escuchó una canción bastante mediocre de Dolly Parton y decidió hacer su versión. La original, interpretada por la exuberante rubia no ofrece mucho. La canción se llama I Will always love you una de las mejores rolas de los noventas que, en voz de Whitney, remueve las entrañas.

Casi siempre los covers se escuchan y se desechan rápidamente. Su proliferación es muestra clara de la falta de creatividad y lo poco que como consumidores exigimos a los cantantes de hoy.

BOLOÑESA QUE CONECTA CON EL CORAZÓN

Quienes me conocen saben que la boloñesa es mi platillo preferido y cada vez que me siento frente a un plato de pasta con esta deliciosa salsa no me importa si hay una pandemia allá afuera o si un meteorito se aproxima a la Tierra. En esos momentos yo simplemente soy feliz, aquí y ahora.

A veces pienso que en realidad cocino una boloñesa para conectar con mis momentos felices. Cuando era niño me encantaba llegar de la escuela para descubrir que en casa habían cocinado aquel manjar que tan feliz me ponía. Corría a mi habitación, me quitaba la ropa de la escuela, me ponía una más cómoda, me medio lavaba las manos y bajaba al comedor para no dejar pasar más tiempo y disfrutar de la salsa de carne casera servida sobre espagueti, como se acostumbraba en mi hogar. Nada más lejos de una boloñesa tradicional pero esa combinación de pasta y carne molida, sazonada con caldo de pollo en polvo, especias de botecito y mucho jitomate, era la gloria.

Dice mi padre que cuando yo era niño no comía otra carne molida y mi espectro culinario se reducía a hamburguesas, albóndigas en salsa de jitomate, picadillo y churritos de carne, receta súper especial de mi abuela materna, de la cual contaré en otra ocasión. El otro pilar alimenticio que completaba mi dieta era la pasta. Sopita de fideo, estrellitas o letras, esta última era muy divertida ya que mi hermana y yo buscábamos los caracteres necesarios para escribir nuestros nombres o groserías como “puto”, que por tener pocas letras era fácil de encontrar. Mi preferida era la de municiones que, con esas bolitas redondas, causaba un rico cosquilleo en mi lengua y paladar al recorrerlos. Lo más importante, como siempre lo manifesté en mi hogar infantil, era que la sopa estuviera muy “jitomatosa”.

Con esa dieta pude haber sido un niño con sobrepeso pero la realidad era todo lo contrario, yo era flaquísimo.

 — Ay nena, este niño parece tísico — decía mi abuela a mi madre — debes darle hígado y Emulsión de Scott para que crezca fuerte — indicaba, con lo que surgía en mí una inevitable animadversión a su persona por sugerir el que se me sometiera a tan repugnantes alimentos.

Por esa limitación en el gusto por la comida jamás pensé que un día iba a disfrutar de cocinar, hasta que me topé con Ana, una tía muy querida, quien cocina platillos deliciosos para cualquier ocasión. Además de ser una mujer cultísima, intensa y sensible, las pastas italianas eran su especialidad ya que tuvo la oportunidad de vivir una buena temporada en el norte de Italia, en donde absorbió los secretos culinarios que solo se transmiten de boca en boca por las “nonas”.

— Quiero aprender a hacer tu boloñesa ahora mismo — le dije un día sin estar muy seguro de donde había salido esa convicción.

Su receta era sencilla y, como los buenos platillos italianos, requería de pocos ingredientes como cebolla picada, apio, perejil y albahaca como base de sabor, a lo que se agregaba vino tinto, carne molida de res y jitomate, ya fuera molido natural o puré, dependiendo del precio del fruto en el mercado. — Cuando el jitomate está muy caro le pones puré, que de todas formas te va a quedar muy bueno — me decía mi tía.

 Nunca había cocinado y hacer mi propia boloñesa me impulso a conocer algunos elementos básicos de la cocina como picar cebolla sin perder algún dedo en el intento y, por fin un día, me lancé a cocinarla.

La primera vez que hice mi salsa quedó buena, aunque sin mucha personalidad, pero aun así me emocioné por haberlo logrado. Seguí las instrucciones de Ana al pie de la letra y mientras añadía nuevos ingredientes surgían dentro de mí emociones nuevas y los pequeños detalles, como el cambio en aromas que provocaba el añadir cebolla al aceite de oliva o el agregar el perejil y la albahaca, me hacían evidente que me gustaba guisar.

Algo que también aprendí con el tiempo es que existe un placer inmenso al cocinar acompañado de un trago. Un chorrito de aceite para la olla y un traguito de vino o ron para mí y todos contentos.

— Algo todavía falta-, me decía – Ah sí, música.

Cuando me sentí más confiado comencé a experimentar. Me surgió una vena creativa desconocida y comencé a agregar algunos ingredientes con buenos resultados y progresivamente mi boloñesa comenzó a tomar una personalidad propia. Alguna vez le agregué ajo, en otra ocasión chile de árbol molido con especias, tocino, salchicha italiana y hasta experimenté con hierbas como el orégano o el tomillo.  El platillo también sufrió modificaciones que vinieron de influencias de otros cocineros, lecturas y videos.

Al final comprendí que lo excepcional es amigo de la sencillez y con el tiempo mi salsa boloñesa fue regresando a los básicos, aunque con algunos toques personales. Lo que me queda muy claro es que prepararla me conecta con aquel niño feliz que llegaba de la escuela y para mí siempre es una fiesta, aunque sea para una, dos, cinco o veinte personas.

Cualquiera puede hacer una boloñesa, pero es muy importante que el sabor que destaque siempre sea el de la carne. Además, para que sea espectacular, deben conjugarse tres factores fundamentales: ingredientes naturales y frescos que nos nutren y llenan de energía, pasión por convertir esos ingredientes en algo más allá que un simple platillo y un largo tiempo que ayude a que se concentren los sabores.

Hace poco postee en redes sociales una foto de la última pasta boloñesa que cociné, segundos antes de que la devorara. La foto causó tanta expectación que hasta estoy considerando envasarla.

— Se ve muy buena — algunas personas comentaron.

— Si así se ve imagínate como sabe.

— ¿Cómo la haces?

— Con mucho amor.

-o0o-

¡Quiero mi tigrito!

Conocí los placeres de Baco muy joven; no creo que haya sido la mejor manera de incursionar, pero ni modo, así fue mi historia.

Tenía alrededor de ocho años, con la inocencia que caracteriza a esa edad, cuando probé el primer vino de mi vida y estoy consciente de que no debió ser así, pero es una historia divertida sin consecuencias graves, más allá de que en cada reunión de mi familia paterna a la que asisto la anécdota sale a flote y me convierto, por enésima vez, en la burla de primos y tíos.

– Si no le das un trago al vino eres puto – me dijo uno de mis primos, quien me llevaba seis o siete años y ya era casi un adolescente en esa época.

A mi corta edad el reto lanzado era ineludible porque cuando eres niño puedes ser todo menos esa palabra que yo no entendía muy bien, pero los mayores usaban para describir a personas de poco fiar o a los “maricones” que salían en la televisión.

— Ese Miguel Bosé es muy puto — aseguraba mi padre cuando, sentados en familia viendo la tele, el delgadísimo íbero aparecía en Siempre en Domingo, moviendo el culo muy cadencioso cuando interpretaba “Don Diablo”.

Pues no soy Puto – dije categórico, tomé la copa y la bebí hasta dejarla seca.

Sentí una amargura que llenó mi boca y el paso del vino por mi esófago me dio asco, sensación breve que dio lugar a un calor agradable que subió del centro de mi cuerpo hasta mi cabeza. Mi mente se nubló y sentí un placer que hasta el momento me era desconocido.

Después de aquella demostración de mi hombría me dediqué a buscar más de ese elixir que mis primos me habían impulsado a degustar y de ahí me dirigí a las mesas y, como borracho de cantina, bebí varias copas que esperaban que sus dueños regresaran de la pista de baile.

La casi instantánea borrachera que surgió de aquella expedición atrajo la atención de mis padres, mis tíos y mi abuela. Esa noche le robé a mi querida tía, hermana de mi padre, el protagonismo de su boda; hasta la fecha es la situación más recordada de aquella ceremonia matrimonial.

— Mijito, ¿cómo estás? — exclamó mi madre al verme — mira nomás como te pusiste, háblame.

— ¡Quiero mi tigrito! — alcancé a decir antes de perder el conocimiento.

Obviamente pasaron muchos años hasta que volví a probar de nuevo alguna bebida alcohólica.

Lo más cagado del asunto es que más tarde me volví un bebedor consagrado, soy sommelier y, además, les salí bien puto.

 

El síndrome de la copa miserable

Definitivamente la mayoría de los restaurantes, bares, tugurios y antros en México no saben servir vino por copa. Generalmente cuando pido una botella todo sale bien, salen seis copas medianamente servidas y quedo satisfecho. Pero cuando voy a un lugar y quiero beber únicamente una copa o tal vez dos, la cosa cambia y la insatisfacción se manifiesta en mis entrañas por la ínfima cantidad de vino que me sirven y salgo molesto por el precio que le cargaron a mi cartera.

 El problema es que, al vender por copa, los centros de consumo tienden a sacar seis medidas a una botella, lo cual es muy inadecuado porque la cantidad es muy pequeña con relación al costo de la copa. Esa es la cantidad perfecta pero cuando uno bebe por botella.

Vino miserable

 El momento antes descrito se puede volver más desagradable cuando un lugar acostumbra a usar una horrible “aereadorcito” pegado a la botella, el cual sirve de medida; el resultado siempre es una copa miserable servida a menos de tres cuartos, la cual que se acaba a los tres sorbos.

 El estándar en otros países con más cultura en el servicio del vino es servir la copa a casi la mitad de su volumen, así los restaurantes fomentan un mayor consumo, ya que el cliente pide más y además se siente satisfecho. La ganancia al final es redonda, se gana un buen porcentaje por la botella y se encanta al cliente acostumbrado a beber vino.

Otra situación que también discrimina al consumidor regular de las mieles de Baco es que en las happy hour o 2×1, como se conoce en México a las promociones que buscan atraer consumidores por las tardes, es que incluyen cerveza, destilados y coctelería, pero nunca consideran que la persona que bebe vino también merece beneficiarse de la oportunidad.

– ¿Incluye vino? – pregunto siempre.

– No señor, todo menos vino.

– Bueno tráigame su carta de vinos – contesto molesto, sabiendo que soy el único pendejo de la mesa que pagará precio completo.

 No queda más que buscar por todos los rincones de la ciudad esos pocos lugares que tienen respeto por un tipo de bebedor que generalmente está acostumbrado a dejar una cuenta abultada, aunque le sirvan mal una copa de vino o no lo incluyan en el 2×1.

 A continuación, comparto un par de lugares en donde se sirven las copas como se debe, con la medida a ojo del mesero y no se andan con las mamadas de medir las cantidades con adminículos mamilas:

 Jengibre

Pequeñísima boutique gourmet con diversidad de productos selectos como carnes frías, quesos, una mermelada de jitomates que te deleita el paladar y muchos vinos de diversas latitudes.

Tiene una mesa larga para compartir en el interior y un par de mesitas en la parte de afuera en donde pasas un rato muy relajado.

Calle Nueva York 264, Nápoles.

 Simón

Sorprendente wine bar que se especializa en ofrecer una amplia selección de vinos mexicanos raros y difíciles de conseguir en otros lugares; la carta cambia constantemente.

Para maridar tienen tapas, quesos y charcutería de muy buena calidad.

Zacatecas 126, Roma Norte.

 

Santa María la Ribera, una joya escondida en el centro de la Ciudad de México

El estandarte de la media luna cae pesado mientras la cruz de plata se yergue al lado de la bandera de Santiago. La tibia sangre que poco tiempo antes corría dentro de las venas de valientes soldados de ambos bandos, ahora derramada durante pírrica batalla, se extiende parda, oxidada y viscosa sobre la tierra caliza del último reducto del reino nazarí de la provincia de Al-Andaluz. Tierra que más tarde dará sustento a las vides que en nombre del dios cristiano se plantarán, con lo que se cubrirán los horrores de la última batalla de una guerra de reconquista que duró poco menos de 800 años.

– Donde andas güey, vamos a tomarnos una “selfie”- me dijo Martín, rompiendo el pacheco cuadro que mi mente aventurera creó al penetrar en el Kiosko Morisco. Este monumento porfiriano es emblemático para la Santa María la Ribera, una de las colonias con más tradición en la ciudad de México la cual ha albergado tanto a las élites, así como más tarde a la flamante clase media surgida del industrialismo post revolucionario.

Después de varias fotografías me concentré en descubrir los detalles de tan singular construcción y quedé impactado por su belleza. Se encuentra en el centro de un parque y majestuoso ocupa un área de gran tamaño con su planta octagonal, desde donde una columnata perimetral eleva una de las estructuras más hermosas de la ciudad.

Foto Kiosko

Destaca una decoración exuberante que cubre incontables columnas y arcos policromados entre los que puede apreciarse el rojo ladrillo en combinación con un azul turquesa muy parecido al que adoramos en las cajitas de Tiffany – quién no se emociona al recibir una cajita de la neoyorquina joyería, aunque solo lleve un llavero adentro –.

Durante el recorrido de los amplios espacios que se abrían ante mí, me detuve a escuchar a un guía que parecía conocer muy bien la historia del lugar y se las contaba en forma apasionada a un grupo de rubios que seguro venían de algún país normando de lengua incomprensible. Por suerte, dicho personaje hablaba en un pésimo pero inteligible inglés que me permitió seguir la conversación. Gracias a él me enteré de que el kiosco curiosamente se fabricó a finales del siglo XIX con piezas desmontables para ser transportado fácilmente y fungir como el Pabellón de México en la Exposición Universal de 1884 en Nueva Orleans.

Al escuchar esto último, recordé que el pasado prehispánico no era difundido como parte de la cultura mexicana durante el porfiriato y se utilizaba cualquier otra referencia para representar a nuestro país en el extranjero. Aunque puede haber influencia por nuestra herencia hispana, el arte musulmán difícilmente es representativo de lo que hoy somos los mexicanos. No es de extrañarse que Porfirio Díaz al tratar de borrar su evidente genética indígena blanqueando su cara con polvo de arroz, disfrazaba también la herencia ancestral de los antiguos mexicanos con mansardas rematando edificios o, en este caso, un elegantísimo kiosco morisco.

Al final del recorrido nos dirigimos a una de las esquinas del parque en donde se encuentra una sombría casa neoclásica con un antiguo reloj rematando su portada. Dicha construcción alberga el Museo de Geología administrado y curado por el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México.

-Pura pinche piedra hay aquí –comentó un desaliñado adolescente que salía decepcionado del lugar, lo que no nos desanimó para entrar y descubrir qué tipo de rocas encontraríamos dentro. Al final descubrimos que, además de una escalinata flotante de gran valor arquitectónico, “solo pura pinche piedra” hay adentro, pero si despiertas a tu sentido de curiosidad la experiencia puede ser muy entretenida.

Piedras ígneas nacidas de los profundos fuegos de las capas más profundas de la Tierra son expuestas para explicar los procesos de formación de los continentes; también piedras sedimentarias que durante milenios se forman y construyen el terreno que sostiene los paisajes más alucinantes que nuestro diverso plantea puede ofrecer.

Terminamos el recorrido alrededor de las 2:30 y obviamente el hambre comenzó a manifestarse por lo que apresuramos el paso durante la última parte del recorrido. Para terminar, admiramos fósiles de paquidermos gigantescos que antes de que el hombre fuera llamado como tal, caminaron por tierras que algún día serían consideradas como mexicanas.

La siguiente parada de la visita a esta antigua colonia fue María ciento38, restaurante de corte siciliano que nos sorprendido por sus deliciosas pastas, pizzas, su ambiente relajado, pero principalmente por su patio trasero que visualmente te saca de la ciudad de México y te transporta a algún mesón muy al sur de Italia.

– Vino, vino, vino… – exigían sin cesar las voces que habitan en mi cabeza, las cuales cuando se ponen de acuerdo generalmente hacen la misma petición. Por el calor y el ambiente tan agradable estuve de acuerdo con ellas y procedí a revisar la carta de vinos. Me incliné por un rosado extremadamente fresco por una marcada acidez y notas muy agradables en boca por la frutalidad que la temperamental uva siciliana por excelencia, franca manifiesta en los caldos que se producen en Sicilia. La cepa es Nero d’Avola y la etiqueta Capovero de la bodega Cantine Madaudo.

Las pizzas hicieron las delicias de la tarde ya que la masa es en verdad rústica, crocante y delgada. La margherita, siendo una de las más sencillas, en María coiento38 se manifiesta como una de las mejores que he comido. Otra pizza que no te puedes perder si visitas este rinconcito escondido es la de mortadela con pistaccio, que con su combinación de sabores explota en el paladar.

Aunque había poco espacio en los estómagos de los comensales que compartimos la mesa, no podíamos irnos sin probar los postres y degustamos, entre otros, un delicioso pana cotta, tiramisú y cannoli de chocolate relleno de ricota, uno de los postres más característicos de Sicilia.

En este lugar fabuloso terminó el paseo por la colonia Santa María la Ribera que tiene otros lugares por descubrir por lo que firmemente creo que pronto volveré para experimentar nuevas aventuras.

– ¿Y tú Ya conoces Santa María la Ribera? Pues deberías.

Gastronomía mexicana: una buena amiga de los vinos.

Pequeña guía para maridar tus platillos favoritos.

No es un secreto que el vino que más consumo es el mexicano y no solo es por la obvia cercanía, sino que en verdad me fascina la pasión, calidad y variedad que se encuentra en los caldos que surgen de la hermosa tierra de éste vasto país. Además, la inmensa variedad de los platillos de la gastronomía mexicana, la cual encuentra una expresión muy particular en cada uno de los estados de la república, está en el primer lugar de mis preferencias gastronómicas.

Obviamente estas dos pasiones convergen en los momentos de mayor disfrute, por lo que siempre busco la mejor combinación de vinos mexicanos con la comida local. Esto me ha llevado a investigar y experimentar, a veces con malos y otras con excelentes resultados, para encontrar los mejores maridajes.

No ha sido tarea fácil ya que la comida mexicana tiende a ser muy especiada, a veces picante, de sabores intensos y extremadamente variada, por lo que elaborar una guía exacta es una tarea casi imposible. Debemos estar conscientes de que no solo debemos tomar en cuenta las características de carnes, pecados, aves y las especias que se usan para prepararlos, sino que también debemos considerar las salsas que complementan a los alimentos.

La idea de un maridaje correcto es exaltar tanto los sabores del vino como el de los alimentos sin que uno anule al otro. Buscamos complementar y fusionar ambos para generar la experiencia más agradable al momento de disfrutarlos.

Definitivamente lo más importante es experimentar y encontrar cuales son los mejores maridajes a nivel personal. A continuación, una pequeña guía para seleccionar algunos vinos con nuestros platos favoritos y puedas ir viviendo la experiencia de combinar el vino y la comida en la boca, sacando el mayor jugo a la vida.

Vino espumoso seco

De los mejores maridajes que yo he disfrutado es con mole, ya que la frescura de la acidez del vino y las burbujas ayudan a suavizar el paladar y a disfrutar má

Sala Vivé

s los sabores picantes. La frutalidad se complementa perfectamente con las nota

s dulces que surgen del chocolate.

Recomendación:

Sala Vivé Brut de Freixenet

Ezequiel Montes, Querétaro

 

Sauvignon Blanc

Funciona muy bien con algunos alimentos caldosos como el pozole, pero también queda delicioso con la cochinita pibil, mientras no se le agregue mMonte Xanicucho habanero ya que es un chile muy fuerte y cierra las papilas gustativas. El queso de cabra va muy bien y una combinación extremadamente sensual es el de ate de guayaba con queso manchego.

Recomendación:

Sauvignon Blanc, Monte Xanic

Valle de Guadalupe, Baja California

 

Chardonnay

Esta cepa tan versátil puede ir con varios alimentos pero hay que tomar en cuenta si tie

ne o no barrica o si es un vino muy joven. Un Chardonnay estructurado con algún paso por barrica nos va a dar una excelente

Chenin Blanc

experiencia con tacos de barbacoa que estén acompañados

con una salsa borracha. Una rica crema de hongos puede combinar perfectamente, así como tostadas de mariscos para disfrutarse en el verano.

Recomendación:

Casa Grande Chardonnay, Casa Madero

Parras, Coahuila

 

CarrodillaChenin Blanc

Un pescado a la veracruzana puede ser un excelente acompañante de esta cepa y también lo podríamos maridar con unos chilaquiles verdes que tengan una salsa moderada en picante.

Recomendación:

Chenin Blanc La Carrodilla

Valle de Guadalupe

Cabernet Sauvignon

Ojos Negros

Siempre los vinos elaborados con esta uva nos ayudan a potenciar los sabores de las carnes, preparadas en diversas presentaciones, desde una carne asada hasta un lomo a la ciruela. Las quesadillas van muy bien con este tipo de vino, así como el cabrito.

Recomendación:

Ojos Negros Cabernet Sauvignon

Valle de Ojos Negros, Baja California

 

Merlot

Acompañando unas carnitas nos ayuda a neutralizar el sabor de la grasa y la carne se vuelve más interesante en el paladar.Quinta Monasterio

Recomendación:

Quinta Monasterio Merlot

Región: Valle de Guadalupe, Baja California

 

 

Tempranillo

Tempranillo ST

Excelente opción para los taquitos al pastor ya que esta cepa tiene taninos suaves y combina perfecto con los elementos de tacos que tienen su origen en la cultura árabe.

Recomendación:

Tempranillo Santo Tomás

Valle de Santo Tomás, Baja California.

¡PASE USTED SEÑOR!

No sé cuándo sucedió, pero sé que fue de un día a otro que las personas en todas partes a donde voy me empezaron a llamar señor.

– ¡Pase usted señor! – me dicen.

– ¿Me regala un cigarro? –  me solicitan.

– ¿Le ayudo señor? ¿No se lastimó al caer de la bici? – me asisten, y yo en friega me levanto sacudiéndome la tierra.

–  Estoy perfectamente bien, me podría caer cinco veces más y no me pasaría nada, respondo indignado, adolorido me subo a la bicicleta y desaparezco lo más pronto posible.

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La cuestión es que a mis cuarenta y cinco años yo no me había sentido como un señor, lo cual podría ser una perversa distorsión de mi mente como un mecanismo de defensa ante la inevitable verdad: el imparable paso del tiempo.

En este punto es cuando comencé a analizar la posibilidad de que tal vez ya no soy el jovencito de ojos inocentes y piel de alabastro. Aquel mancebo que corría por la pradera (ni que fuera Heidi), pudo haber dado paso a lo que hoy soy: todo un señor.

¡Bájale a tu salsa! – podrán ustedes decir con justa razón-.

Pero esta reflexión me ha llevado a entender el significado del nuevo estatus al que poco a poco me voy haciendo a la idea. Gracias a los años y a las experiencias vividas a lo largo de mi existencia, hoy disfruto mucho más la vida y lo que me ofrece a cada momento. Por ejemplo, cuando era un veinteañero tenía pocas exigencias en lo que a la comida y bebida se refiere.

Una “patona” (botella de dos litros) de Bacardí y unos Sabritones (harina de maíz hipercalórica, frita y altamente condimentada), eran lo único necesario para ambientar la fiesta, pero con los años uno aprende a beber mejor. Es común pasar del “bacacho” al vodka, después a la ginebra, más tarde al tequila y ahora en forma más exquisita al recientemente valorado mezcal. Lo que pasa aquí, es que comenzamos a apreciar los aromas y sabores de las bebidas y, gracias al fortalecimiento de la memoria gustativa, uno se vuelve más exigente.

La edad y una visión más hedonista van formando lo que somos, lo que genera que las inseguridades, baja autoestima y limitada experiencia se vayan desdibujando, dando paso a un adulto que va eligiendo lo que más le conviene o lo que más le gusta.

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Hoy, lo que más disfruto de la vida es compartir con mi pareja, amigos y familia de una buena comida con larga sobremesa, acompañados de vinos que sorprendan al paladar. Pongo mucha más atención a lo que como y me deleito con platillos que van desde los tacos de la esquina hasta el más fino restaurante, aunque sirva porciones diminutas.

A partir de este momento lo acepto: soy un señor, y lo afronto con todas las desventajas, las menos, y las ventajas, las más. Hoy me autodenomino un señor sibarita que se enfoca en sacarle el mayor jugo a la vida.

 

 

LA CONDESA SIGUE EN PIE Y TE ESTÁ ESPERANDO

¿Los terremotos matarán la fascinación por la Condesa? No lo creo. El temblor de 8.1 grados de 1985 devastó la zona y la gente salió huyendo como ratas ante el naufragio que se avecinaba.

Más de quince años la Roma y la Condesa vivieron en total abandono y sus calles por la noche eran como “boca de lobo” y ni el más machín se atrevía a deambular por ahí por el peligro real de ser despojado de sus pertenencias, o cosas peores que no queremos ni mencionar.

Pero con el tiempo aquel devastador evento se fue borrando de los recuerdos y, la arquitectura Art Decó, los parques y calles con camellones volvieron a ser imán, primero para una comunidad gay, que encontró en los viejos edificios espacios “cool” para desatar una vena creativa y artística y decorar los amplios (baratos en ese entonces) departamentos.

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El milagro se dio y la Condesa se convirtió rápidamente en una de las zonas más pujantes, divertidas, interesantes y caras de la Ciudad de México.

Jóvenes y adultos contemporáneos se convirtieron en asiduos visitantes de la zona y más tarde en residentes. Pero no todo es perfecto, treinta y dos años después, un nuevo terremoto volvió a madrear la zona y nos puso los pelos de punta, no solo a los que la habitamos, sino al país entero. Hoy bares, cafeterías y comercios se recuperan muy lentamente, e incluso algunos como el icónico Litoral ya cerraron sus puertas.

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A pesar de lo terrible que resultó el pasado terremoto y sus devastadoras consecuencias, la Condesa, céntrica, cosmopolita y multicultural sigue en pie. Su oferta gastronómica continúa siendo de las mejores de la ciudad y la belleza ancestral de la localidad se mantiene orgullosamente firme.

Yo en lo personal disfruto enormemente caminar por sus parques y camellones, admirar la variada arquitectura, pasear a mis perros y sentarme a leer en un café.

Así es que no te arrugues, vente a dar una vuelta a la Condesa y sácale jugo a la vida.

RECOMENDACIONES

Lardo

Excelente ambiente en el que acabas platicando con los comensales alrededor. Frescos ingredientes y una carta atada a la temporada. Excelente y amplia selección de vinos. Reserva antes porque el lugar siempre está lleno.

Merkavá

Hoy mi restaurante favorito en la Condesa. Platillos israelitas con especialidad en diversos tipos de hummus, servicio espectacular y la comida memorable. Es recomendable probar selección de Salatim (son entradas deliciosas), y el chamorro de cordero es supremo.

We love burguers (WLB)

Espacio pequeño y muy relajado. Los chavos que cocinan le ponen pasión y te atienden muy bien. La hamburguesa WLB con cheddar y salsa BBQ es imperdible.

Matisse

Desayunos bastos y creativos. Me encantan las crepas de huitlacoche, además de que el pan dulce es muy variado y de lo mejor que puedes encontrar en la ciudad.

Azul Condesa

Comida mexicana tradicional con tintes creativos del chef Ricardo Muñóz Zurita. Si quieres salir rebotando, éste no es tu lugar ya que las porciones tienden a ser muy pequeñas, pero la comida te dejará el paladar encantado. Pide por favor el salpicón de venado, el mancha manteles de pato y los tacos de lechón.

Condesa DF

El lugar es súper “cool” y a veces un poco mamón. La terraza tiene una de las mejores vistas de la Condesa y te puedes pasar toda la tarde bebiendo vino mexicano y comiendo sushi. El brunch dominical es el mejor de la zona ya que invitan a distintos chefs con propuestas muy interesantes además de incluir dos mimosas; ya si te quieres emborrachar tú pagas las siguientes

Tierra Garat

Mezclas mexicanas de café y muy buen lugar para echar la flojera viendo pasar la vida o sentarse a trabajar en ambiente relajado.

Fonda Fina

No te vayas con la finta con lo de fonda ya que el lugar es “nice”. Excelente propuesta de comida mexicana contemporánea liderada por el chef Gerardo Vázquez Lugo. Los frijoles de la olla recuerdan a los de tu abuelita.

 

ELOISE CHIC CUISINE, ESCÁPATE UN RATITO DEL ACELERE DE LA VIDA

Dos puertas separan a Eloise de la calle lo que se agradece porque te ayuda a olvidar que el restaurante está sobre avenida Revolución, la cual no es una de mis favoritas.

Martín y yo siempre buscamos un lugar nuevo para celebrar nuestro aniversario y hace un par de meses, en la decimotercera edición de la celebración de la fecha en que nos conocimos, la elección fue Eloise Chic Cuisine.

M&M

Una amiga nos había recomendado el restaurante como uno de sus favoritos. Es un lugar muy pequeño –dijo mi amiga– es del tamaño de mi departamento.

Definitivamente mi amiga tiene problema con los tamaños ya que el espacio es sensiblemente más grande que su digna vivienda, pero efectivamente es un lugar muy acogedor con un ambiente que te invita a sentirte muy a gusto.

Aquí hay pura gente grande – le dije a Martín al entrar. De pronto mis cuarenta y cinco años se evidenciaron en mi reflexión y me di cuenta que yo formo parte de dicha concurrencia y rápidamente me sentí perfectamente identificado con el ambiente, ideal para el adulto contemporáneo que ya se hartó de los lugares ruidosos.

Al ser un restaurante francés, seguramente todos los habitantes del país galo hubieran censurado la primera decisión que tomamos en Eloise. Seleccionamos un italiano de la enorme carta de vinos que incluye botellas que empiezan en 700 pesos, pero si te sientes especialmente espléndido y desprendido, además de ser extremadamente pudiente, podrías escoger un Château Petrus de más de 140 mil pesos. La noche y la prudencia nos orillaron a degustar un muy decente Gardini W 2B Valpolicella Ripasso 2012 que, con sus aromas afrutados, así como paladar aterciopelado fue una delicia para el cuerpo y una caricia para el alma.

La entrada fue enorme y por poco me arrepiento de haber pedido un segundo plato, pero nunca puedo decirle que no a un pato, por lo que luché para dejarle un huequito al platillo principal. Pero regresando al principio, una tabla con tres tipos de patés, mostaza a la antigua y, aunque parezca increíble, un prosciutto de pato que me sacó un par de lágrimas de emoción.

En un acto de puritito canibalismo, el mismo Donald se hubiera vuelto loco de placer al probar el magret de pato con salsa de higos y pasta oriental que me devoré, aunque hubiera sido la mismísima Daisy. La salsa de higo que acompañaba a tan deliciosa ave amarró perfecto los sabor dulce y salado, explotando en la boca en una fiesta de contrastes.

Pato

Martín había seleccionado el mismo platillo, pero se lo gané. Por ello, se inclinó por una pechuga de pato en salsa de lenteja y vino tinto, acompañada con puré de papa que resultó ser una deliciosa combinación. Lo único que no me gustó de este platillo y fácilmente se puede corregir retirándolo, es que estaba acompañado por unas crujientes hojuelas de papa que parecían Sabritas.

 

Para terminar el restaurante nos sorprendió con el postre, cortesía del lugar. Un volcán de chocolate que, al cortarlo, derramó su chocolatoso interior sobre las amables palabras escritas sobre el plato:ANIV

¡FELIZ ANIVERSARIO!

CHAMPAGNE: CARO, PERO NO SIEMPRE

Beber champaña de vez en cuando no es sólo por pura mamonería. Los famosísimos vinos espumosos de la región de Champaña si son caros, pero el disfrutarlos no es privativo de tener una mega cuenta en el banco y, con un poco de atención y echándole ganitas, se pueden conseguir botellas a excelentes precios.

Este vino delicioso es tan apreciado principalmente por sus juguetonas burbujas producidas en un complejo proceso de doble fermentación (Método Chapenoise), su frescura, complejos aromas y deliciosos sabores que deleitan paladares a nivel mundial.champa.jpg

Tanto las marcas como diversos establecimientos ofrecen precios que van desde los 700 pesos hasta más de 100 mil, dependiendo de la bodega, la añada y la especulación que muchas veces ocurre alrededor del producto.

Las marcas más accesibles generalmente son Moët & Chandon y Veuve Cliquot, y el precio va escalando cuando buscamos otras como Louis Roederer, Dom Perignon y Krug, entre otras.

Es común que algunas tiendas de autoservicio ofrezcan ofertas que hacen más accesible este elixir y ese es el momento indicado para hacerse de unas cuantas botellas. Hace poco encontré una oferta de Veuve Cliquot en Soriana de Miyana en donde, además de tener un excelente precio, había promoción de 3×4. Ese día solo iba a comprar jamón y acabé saliendo con ocho deliciosas botellas de champaña de la esposa del señor muerto.

Otra excelente opción para beber champaña son las catas y degustaciones que algunas marcas organizan en tiendas, restaurantes, bares o eventos. Hace unos días la Xampa en la Condesa organizó una cata maridaje de Louis Roederer, dirigida por su embajador de marca René Rentería, uno de los sommeliers más reconocidos de México. Se ofrecieron tres etiquetas a degustar además de incluir platillos desarrollados por el chef del lugar.

Cata Champagne

El lugar es un poco ruidoso y oscuro, lo cual no impidió que el evento fuera muy ameno y el disfrute de los caldos de la bodega centenaria satisficiera hasta el paladar más exigente, obviamente el mío.

Es común que en fechas cercanas al fin de año los importadores de vinos y licores de alto nivel hagan ventas especiales. Para lograr detectarlas hay que estar siempre a las vivas para que no se nos escapen esas oportunidades. En dichos eventos es común encontrar botellas con descuentos que van desde un 20 a un 40%, por lo que es momento ideal para armarse de un arsenal para que nunca falte una botella de champaña en casa.

Por último, una buena recomendación, principalmente para degustar las etiquetas más caras, es la de reunirse entre varios amigos y juntar los centavitos, para entre todos comprar unas tres o cuatro botellas. Créanme que es una buena inversión para apreciar los mejores champañas sin que el gasto sea tan representativo para la cartera.

Pues a beber champaña para sacarle más jugo a la vida, ya que deleita al cuerpo y alimenta al alma.