Dos puertas separan a Eloise de la calle lo que se agradece porque te ayuda a olvidar que el restaurante está sobre avenida Revolución, la cual no es una de mis favoritas.
Martín y yo siempre buscamos un lugar nuevo para celebrar nuestro aniversario y hace un par de meses, en la decimotercera edición de la celebración de la fecha en que nos conocimos, la elección fue Eloise Chic Cuisine.
Una amiga nos había recomendado el restaurante como uno de sus favoritos. Es un lugar muy pequeño –dijo mi amiga– es del tamaño de mi departamento.
Definitivamente mi amiga tiene problema con los tamaños ya que el espacio es sensiblemente más grande que su digna vivienda, pero efectivamente es un lugar muy acogedor con un ambiente que te invita a sentirte muy a gusto.
Aquí hay pura gente grande – le dije a Martín al entrar. De pronto mis cuarenta y cinco años se evidenciaron en mi reflexión y me di cuenta que yo formo parte de dicha concurrencia y rápidamente me sentí perfectamente identificado con el ambiente, ideal para el adulto contemporáneo que ya se hartó de los lugares ruidosos.
Al ser un restaurante francés, seguramente todos los habitantes del país galo hubieran censurado la primera decisión que tomamos en Eloise. Seleccionamos un italiano de la enorme carta de vinos que incluye botellas que empiezan en 700 pesos, pero si te sientes especialmente espléndido y desprendido, además de ser extremadamente pudiente, podrías escoger un Château Petrus de más de 140 mil pesos. La noche y la prudencia nos orillaron a degustar un muy decente Gardini W 2B Valpolicella Ripasso 2012 que, con sus aromas afrutados, así como paladar aterciopelado fue una delicia para el cuerpo y una caricia para el alma.
La entrada fue enorme y por poco me arrepiento de haber pedido un segundo plato, pero nunca puedo decirle que no a un pato, por lo que luché para dejarle un huequito al platillo principal. Pero regresando al principio, una tabla con tres tipos de patés, mostaza a la antigua y, aunque parezca increíble, un prosciutto de pato que me sacó un par de lágrimas de emoción.
En un acto de puritito canibalismo, el mismo Donald se hubiera vuelto loco de placer al probar el magret de pato con salsa de higos y pasta oriental que me devoré, aunque hubiera sido la mismísima Daisy. La salsa de higo que acompañaba a tan deliciosa ave amarró perfecto los sabor dulce y salado, explotando en la boca en una fiesta de contrastes.
Martín había seleccionado el mismo platillo, pero se lo gané. Por ello, se inclinó por una pechuga de pato en salsa de lenteja y vino tinto, acompañada con puré de papa que resultó ser una deliciosa combinación. Lo único que no me gustó de este platillo y fácilmente se puede corregir retirándolo, es que estaba acompañado por unas crujientes hojuelas de papa que parecían Sabritas.
Para terminar el restaurante nos sorprendió con el postre, cortesía del lugar. Un volcán de chocolate que, al cortarlo, derramó su chocolatoso interior sobre las amables palabras escritas sobre el plato:
¡FELIZ ANIVERSARIO!